Cuando hablamos del MVP (Producto mínimo viable, en sus siglas en inglés), hablamos de una de las herramientas que merecen la atención de todo negocio, ya sea que ofrezca productos físicos como digitales.
Los MVP nos permiten validar la premisa de un producto, probar hipótesis sobre las necesidades del mercado, hacer ajustes a la visión del producto y priorizar dónde invertir en el desarrollo futuro, y se convierten en una práctica fundamental para garantizar una buena experiencia con los clientes y minimizar las posibilidades de fracaso.
Los grandes MVP comienzan con preguntas difíciles. Debemos pensar primero en qué problema estamos tratando de resolver, y si realmente es un problema que vale la pena resolver.
Por otro lado, hay que preguntarse cuál es la forma más fácil y directa de resolver dicho problema, con la menor cantidad de pasos posible en el camino.
De todas maneras, antes de construir nuestro MVP, es importante probar su valor. Para ello, podemos evaluar su promesa y oferta mediante, por ejemplo, páginas de destino, capturas de pantallas simuladas que demuestren su visión, o incluso agregando opciones de precios para que las personas elijan la que más les interese.
La ventaja de crear un MVP es la posibilidad de probar hipótesis sin necesidad de gastar mucho esfuerzo y dinero. Además, el feedback que los clientes nos brinden sirve de parámetro para realizar ajustes que permitan ofrecer un producto o servicio más alineado a las expectativas del mercado y, en consecuencia, aumentar sus posibilidades de retorno financiero.